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Siempre me he preguntado por qué algunas personas parecen avanzar por la vida con determinación, sorteando obstáculos con una serenidad casi inexplicable, mientras otras se estancan ante las mismas dificultades, atrapadas en un bucle de frustración.  Ese cambio, tan radical, comienza en nuestra mente. Cuando hablamos de “mentalidad”, solemos reducirla a una idea abstracta, casi vaga. Sin embargo, si lo analizamos bien, la mentalidad es el software que dirige cada decisión que tomamos y cada reacción que tenemos.

Cuando comencé a meditar, descubrí un flujo incesante de pensamientos y palabras que recorrían mi mente como un río subterráneo. Me senté a observarlos como un espectador sentado en la orilla viendo cómo el agua arrastra hojas, piedras y reflejos de luz. Me di cuenta entonces de que todo en mi vida -todo- estaba hecho de palabras. Desde el instante en que llegamos a este mundo y nos asignan un nombre, las palabras comienzan a definirlo todo: familia, escuela, amigos, universidad, casa, coche, hijos… No son solo palabras; son fragmentos de una historia que llevamos dentro, una relación que se nos impone y que, con el tiempo, olvidamos que podemos reecribir.

Hay palabras que son muros, palabras que te encierran en habitaciones sin ventanas, donde el aire se vuelve denso. Pero también hay palabras puente que te invitan a seguir avanzando, aunque el camino esté lleno de niebla. Cuando te enfrentas a un contratiempo, las palabras que eliges pueden salvarte o hundirte. Algunas personas dicen: “Esto no tiene solución” . Y esas palabras, repetidas una y otra vez, se convierten en una profecía. Otros, sin embargo, se detienen, respiran y piensan: “¿Qué puedo aprender de esto? ¿Cómo puedo darle la vuelta? Y crean posibilidades.

La mentalidad es lo que define si las palabras que eliges serán tu prisión o tu fuga. Y lo mejor es que la mentalidad no es un dogma ni un destino. Es un estado mental que podemos ajustar y modelar. Y eso me recuerda que muchas veces tratamos de ser creativos hacia afuera, pero podemos ser creativos con nuestra forma de ver el mundo. Ya lo dijo Thoreau maravillosamente:

“Debemos aprender a despertar de nuevo (…) No sé de un hecho que anime más que la incuestionable capacidad del hombre para elevar su vida gracias a un esfuerzo consciente. Es algo bello poder pintar un cuadro, o esculpir una estatua, y de esa forma hacer bellos unos objetos, pero mucho más glorioso es esculpir y pintar la atmósfera a través de la cual miramos, cosa que podemos realizar moralmente. La más elevada de las artes consiste en alterar la calidad del día”.

¿Por qué podemos modelar nuestra mentalidad?

La respuesta está en un concepto: la neuroplasticidad. Nuestro cerebro, lejos de ser rígido e inmutable, es maleable. Cada pensamiento, cada decisión consciente que tomamos, actúa como un cincel que esculpe nuevas conexiones neuronales.

Es como caminar por un bosque: al principio, abrir un nuevo sendero parece una tarea ardua. Pero, cuanto más recorres ese camino, más claro y definido se vuelve. Lo mismo ocurre con tu mente. Los pensamientos repetidos crean patrones que, con el tiempo, se convierten en tu forma habitual de actuar. Por ello es tan importante asistir a nuestro bosque interior.

Cambiar tu mentalidad no es cuestión de magia, pero tampoco de talento innato. Es una habilidad que todos podemos entrenar con constancia y consciencia.

¿Cómo afecta nuestra mentalidad a nuestra vida?

La mentalidad influye en todo lo que hacemos, pensamos y sentimos. Es el motor silencioso que impulsa nuestras decisiones y emociones.

  1. Tus pensamientos configuran tus hábitos
    Aquello en lo que piensas repetidamente se convierte en tu realidad. Si te dices constantemente que no puedes hacer algo, tu cerebro lo aceptará como un hecho. Pero si decides reemplazar ese pensamiento por otro más útil —como “Voy a intentarlo”—, estarás abriendo nuevas posibilidades.
  2. Tus emociones también pueden entrenarse
    Uno de los mayores aprendizajes del mindfulness es que no somos esclavos de nuestras emociones. No se trata de ignorarlas, sino de observarlas y decidir conscientemente cómo responder. Este pequeño cambio en la perspectiva puede transformar la forma en que vivimos las situaciones más difíciles.
  3. Tu entorno no te define
    Aunque las circunstancias externas influyen, no tienen la última palabra. La mentalidad te permite decidir cómo responder, incluso cuando las cosas parecen no estar a tu favor.

¿Por dónde empezar?

Si sientes que tu mentalidad te está frenando, aquí tienes algunas claves para empezar a transformarla:

  1. Identifica tus creencias limitantes
    Pregúntate: “¿Qué pensamientos me están deteniendo?” Anótalos. Reconocerlos es el primer paso para debilitarlos.
  2. Sustitúyelos por creencias útiles
    Por cada creencia limitante, encuentra un pensamiento que te impulse. Por ejemplo: cambia “No soy capaz de hacerlo” por “Estoy aprendiendo a hacerlo mejor cada día”.
  3. Busca inspiración en quienes admiras
    Observa cómo piensan y actúan las personas que han alcanzado lo que tú deseas. No se trata de copiarles, sino de aprender de su mentalidad.
  4. Practica la constancia
    Cambiar tu mentalidad no ocurre de un día para otro. Es como plantar una semilla: necesitas paciencia, pero los frutos llegan.

Recuerda que puedes transformar tu mentalidad. Te invito a que te hagas esta pregunta:

“¿Mi mentalidad me está acercando a la vida que quiero o me está alejando de ella?” Responderla con honestidad puede ser el inicio de una transformación más profunda de lo que imaginas.

Ese cambio está en tus manos y si quieres, puedo acompañarte con coaching & mindfulness.

Esther Fernández