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La meditación de la pasa es uno de los ejercicios más utilizados en los talleres de mindfulness mundialmente. Es muy sencillo y revelador. Una experiencia fascinante donde, generalmente, se advierte que si comiéramos siempre así nuestra relación con los alimentos sería más agradable y satisfactoria. Pasamos una buena parte de nuestra vida comiendo y generalmente, tendemos a realizar este acto sin prestar atención, con el piloto automático o como un mero trámite para poder continuar con nuestras obligaciones.

“La meditación te ayuda a tener control sobre tu propia vida, te enseña a cultivar las fuentes de felicidad, de ecuanimidad. Tanto en momentos buenos como en malos o neutros podemos disfrutar de una sensación de bienestar. Entendido así, creo que todo el mundo tiene que aprender a meditar”. Allan Wallace.

Es un ejercicio que, además, contribuye a señalar que no hay nada especialmente raro o místico ni en meditar ni en estar atentos.

El ejercicio consiste en tomar una pasa (o, si no te gustan las pasas puedes escoger otra fruta como, por ejemplo, una mandarina) de la siguiente manera:

  • Pon la pasa en la palma de tu mano, obsérvala unos momentos. Mírala con un sentido de curiosidad y asombro, como si ésta fuera la primera vez que has visto una pasa (de hecho, es probable que esta sea la primera vez que miras realmente una pasa o la fruta que hayas escogido). Siente su textura en la mano y fíjate en el amplio abanico de colores y tonalidades, en cómo incide la luz en sus pliegues.
  • Hazte consciente de cualquier pensamiento que pase por la cabeza, de cualquier idea que pueda asaltarte sobre pasas o de comida en general.
  • A continuación, la hueles durante un ratito.
  • Después, acércatela a los labios, siendo consiente del lento movimiento de la mano al acercar el alimento a la boca y de cómo salivas al anticiparse tu mente y tu cuerpo a la acción de comer.
  • Pon la uva pasa en los labios, pásala por ellos, casi sin rozarlos, ¿cómo notas su piel en los labios?
  • Luego pon la uva dentro de la boca, siéntela en la lengua. Después mastica muy despacio, experimentando realmente el acto de masticar una sola uva pasa, su sabor real.
  • Posteriormente, cuando te sientas preparado para ingerirla, presta atención al proceso, experimenta con plena conciencia el impulso de tragar, intenta sentir como pasa por la garganta y recorre el camino hacía el estómago.

La realidad es que, cuando empiezas a prestar atención de esta forma, tu relación con las cosas cambia. Puedes empezar a ver un orden y una vinculación entre las cosas que antes no eran visibles. Y hasta puedes pensar en su origen con una actitud de agradecimiento.

También te haces consciente de cómo emergen las formas usuales en que todos tendemos a ver las cosas de manera mecánica, sin tomar conciencia plena.

Cuando comes con atención estás en contacto con tu alimento porque tu mente no está distraída, no piensa en otras cosas, asiste a la comida. Cuando miras la pasa, la ves de verdad y cuando la masticas, sientes realmente su sabor.

Todo lo que requiere es prestar atención a tu experiencia en cada momento, lo que te conduce directamente a nuevas formas de ver y de estar e tu vida.

El presente es el único tiempo que tienes para percibir, aprender, actuar, cambiar, sanar…Por eso tiene tanto valor la conciencia de cada momento. Autoenseñarte practicando hará que tus experiencias sean más vívidas y tu vida más auténtica.

Te animo a que lo pruebes con la uva pasa o con cualquier otro alimento y de que lo lleves a tu día a día. Este pequeño ejercicio de ralentizar las cosas y de prestar especial atención a lo que estás haciendo, viene a ilustrar lo poderosos e incontrolables que son muchos de los impulsos cuando se trata de comida, y lo sencillo y satisfactorio que puede ser y que puedes sentirte con más control cuando llevas la conciencia a lo que realmente haces mientras lo haces.

Esther Fernández

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