Es muy habitual estar haciendo cosas sin estar conectados a lo que hacemos, comer sin saborear la comida, no percibir el olor de la tierra húmeda después de la lluvia, la forma de las nubes, el atardecer, la gente que pasa a tu lado por la calle y hasta tocar a los demás sin apreciar las sensaciones que ese contacto transmite. El mundo nos toca, literalmente, de mil modos diferentes a través de los ojos, las orejas, la nariz, la lengua, el cuerpo y la mente… y no nos damos cuenta porque, la mayor parte del tiempo, estamos desconectados.
La práctica de la atención plena te enseña a escuchar a tu cuerpo a través de todas las ventanas sensoriales y a atender al flujo de tus pensamientos y sentimientos, iniciando así el proceso de restablecimiento y fortalecimiento de la conexión con tu propio paisaje.
Conectar con tu vida interna y externa, tus sensaciones, tus percepciones. Conectar con tus impulsos, tus emociones, tus pensamientos… conectar con lo que dices y con lo que sientes en tu cuerpo. Conectar con el mundo de los sabores, los olores y el tacto. Conectar con el presente, el único instante al que puedes acceder. Conectar con el mundo externo, con el efecto que provocas en los demás, con lo que les preocupa y les interesa. Experimentar la vida como un milagro.
Si volvemos a casa y advertimos que nuestro cuerpo porta cierta tensión o dolor, la plena consciencia nos permitirá ser conscientes de ello. La plena consciencia es aquello que nos permite volver a tomar contacto con lo que está ocurriendo en nuestro cuerpo, en nuestros sentimientos, en nuestro pensamiento y también en nuestro entorno en el momento presente. Nos permite estar plenamente presentes en el aquí y el ahora, mente y cuerpo unidos, conocedores de lo que acontece en nuestro interior y a nuestro alrededor. Y cuando somos conscientes de algo, nos concentramos en ello.
La concentración y el mindfulness son las energías centrales de la práctica espiritual. Podemos tomar el té en plena consciencia, desayunar en plena consciencia y ducharnos en plena consciencia; todo ello pasa a convertirse en nuestra práctica espiritual y nos proporciona fuerza para controlar las muchas dificultades que surgen en nuestra vida cotidiana y en la sociedad”. THICH NHAT HANH, La paz está en tu interior.
Puedes intentar aportar atención a cada momento, a cada tarea, experiencia y encuentro que la vida te depara. Esta atención alienta una familiaridad y una intimidad con el despliegue de tu vida, instante tras instante. De este modo te aproximas al bienestar y la armonía y, también, a la salud.
Esther Fernández
Consultora Coach
Experta en Mindfulness