Una mirada al corazón de la ecuanimidad desde el mindfulness
Hay días en los que el mundo se nos viene encima.
Un correo inesperado, una noticia que duele, un malentendido, un silencio.
Queremos arreglarlo todo, reaccionar, controlar.
Pero cuanto más nos resistimos, más nos arrastra la tormenta.
¿Y si no se tratara de luchar contra el oleaje, sino de aprender a mirar con otra perspectiva?
Esa es, en esencia, la práctica de la ecuanimidad.
¿Qué es la ecuanimidad?
Thich Nhat Hanh lo explica con una imagen simple y profunda:
“La ecuanimidad es como sentarse en lo alto de una montaña y observar las olas que suben y bajan en el valle. Estás ahí, viendo todo, sin dejarte llevar.”
Ecuanimidad es presencia estable.
Es ver sin aferrarse a lo agradable, sin rechazar lo desagradable.
Es no perderte en el deseo ni en la aversión.
En el mindfulness, cultivamos la atención plena para ampliar esa perspectiva.
Para ver con más claridad, más profundidad, más espacio.
No para anestesiarnos.
Sino para responder en vez de reaccionar.
Desde esa altura simbólica de la montaña, no negamos el dolor ni el gozo.
Los vemos.
Los reconocemos.
Pero no los confundimos con lo que somos.
¿Por qué es tan importante la ecuanimidad?
Porque sin ella, el estrés emocional se intensifica.
Nuestra mente, al identificar lo agradable como «esto debería quedarse» y lo desagradable como «esto debería irse», vive en una guerra interna constante.
La ecuanimidad no nos separa de la vida: nos sitúa en el centro de ella con más serenidad.
Nos da suelo.
Nos da claridad.
Nos devuelve a un lugar interno donde no todo depende de lo que sucede afuera.
Tres prácticas para cultivar ecuanimidad desde el mindfulness
- Observar sin juicio (y volver a observar)
Cuando aparece una emoción fuerte, nómbrala sin pelear con ella: “ira”, “tristeza”, “miedo”.
Reconoce que está aquí. Y respira con ella. - No te creas el primer pensamiento
La mente reacciona rápido. La ecuanimidad da espacio para ver que ese pensamiento es solo eso: un pensamiento, no un hecho. - Recuerda: esto también pasará
Repite suavemente esta frase cuando te sientas atrapad@.
No para evitar lo que sientes, sino para recordar que nada es fijo, todo cambia.
Como las olas.
Ecuanimidad no es desconectarse, es ver con más amplitud.
Es entrenar el corazón para sostenerse en medio del movimiento, sin endurecerse.
No puedes controlar la tormenta.
Pero puedes aprender a habitarla sin perderte.
A mirar desde la montaña.
A confiar en que, si respiras, algo dentro de ti ya está en calma.
Si quieres cultivar esta práctica en tu vida personal o profesional, acompaño procesos y programas de mindfulness para el estrés, el liderazgo y el bienestar.
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