En un entorno tan cambiante, exigente y complejo como el actual, al que hay que sumar la COVID llenándonos de incertidumbre, además de otros factores estresantes, descubrir formas de adaptarnos a lo que la vida nos depara es esencial.
La resiliencia es la capacidad para adaptarse y superar la adversidad. Ser resiliente no quiere decir que no experimentes dificultades o angustia. El dolor emocional y la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas. Lo que ocurre es que, en medio de situaciones desafiantes, las personas resilientes tienden a mantener actitudes y estados mentales más positivos (particularmente autoaceptación), permanecen abiertos a encontrar los beneficios y lecciones significativas, tienen la inteligencia emocional para aceptar sentimientos difíciles sin sentirse abrumados por ellos, saben cómo para aprovechar recursos internos más profundos y persistir en avanzar hacia su objetivo a pesar de los reveses…
La buena noticia es que este tipo de actitudes y estados mentales se pueden entrenar con mindfulness.
Así como podemos entrenar para un reto físico como puede ser un maratón, podemos entrenar mentalmente y desarrollar nuestra resiliencia para que pueda ayudarnos en tiempos difíciles.
Las investigaciones revelan que el mindfulness o atención plena puede ayudarnos a desarrollar una mayor resiliencia. En este sentido, el neurocientífico de renombre mundial Richard Davidson ha encontrado evidencia de que la atención plena aumenta la resiliencia.
Así que cuanto más meditación de atención plena practiques, más resistente se vuelve tu cerebro.
¿Cómo?
La atención plena te permite ver la vida con claridad y responder de manera adecuada en lugar de reaccionar, un enfoque necesario para seguir avanzando en medio de los desafíos inevitables de la vida.
La atención plena consiste en abrazar todos y cada uno de los estados que emergen en nuestra conciencia, sin inclinarnos por uno en detrimento de los demás. Desde este punto de vista , el dolor, la angustia y hasta el aburrimiento, la impaciencia, la frustración, la ansiedad y la tensión corporal son objetos igualmente válidos de tu práctica si les prestas atención en el mismo momento en que aparecen. A fin de cuentas, cada uno te proporciona una ocasión para la comprensión y el aprendizaje y, en última instancia, para la liberación.
“La idea básica es la de crear una isla de ser en el mar del hacer constante en que nuestras vidas suelen estar inmersas, un tiempo para permitirnos que todo el hacer se detenga. Aprender a detener todo el “hacer” y pasarnos al modo de “ser, aprender a buscar tiempo para uno mismo; aprender a observar a qué está dispuesta nuestra mente en cada momento, a cómo vigilar nuestras ideas y a darles rienda suelta sin que nos capturen ni arrastren; a cómo hacer sitio para las nuevas formas de contemplar viejos problemas y para percibir la vinculación de unas cosas con otras, todo ello forma parte de las lecciones de la atención plena”.Jon Kabat-Zinn
Como dice Pema Chodron, sentados meditando, aprendemos cómo cesar en los intentos de evadirnos de las situaciones difíciles y, en cambio, emplear nuestras aptitudes para encararlas con una disposición amigable y curiosa, relajándonos en esa sensación de pérdida de norte y de suelo que las situaciones conflictivas nos provocan. Es así como nuestra mente se ensancha. Es allí, en medio del caos, donde descubriremos el amor y la verdad.
La resiliencia es algo que podemos hacer crecer a través de la práctica. Cultivar formas de adaptarse a los cambios que la vida te presenta te hace más capaz de afrontarlos.
Te animo a practicar mindfulness en tu día a día.
Esther Fernández
Mindfulness & Coaching