La práctica de mindfulness nos enseña a estar más presentes. Algo cada vez más necesario en un mundo hiperconectado donde vamos saltando de una cosa a otra, en piloto automático la mayor parte del tiempo y con estrés. Si empezamos el día cultivando nuestra atención plena, podemos estimular la capacidad de concentración, relativizar los acontecimientos y resolverlos desde la calma y la distancia, así como mejorar nuestra capacidad para encontrar soluciones creativas a los problemas, entre otras cosas.
Pero estas alturas la mayoría sabemos los beneficios de la atención plena o mindfulness, así que no me extenderé más. Lo que nos resulta complicado es encontrar tiempo para ello.
Te propongo 3 sencillas prácticas para comenzar el día con algo que haces habitualmente. No tienes que incorporar nada nuevo, sino hacer lo que ya haces con atención plena.
No hay excusas.
Cuando te despiertas, justo en ese momento, te invito a tomar consciencia de que empieza un nuevo día. Que la vida te ofrece veinticuatro horas más para vivir, y que ese es un valioso regalo.
Puedes incorporarte, sentarte, ponerte las zapatillas y caminar hacia el baño, con atención plena, donde tienes una excelente oportunidad para cultivar mindfulness cada día con las siguientes prácticas:
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Lavarte la cara
Puedes conectar con una gran dosis de calma mientras te lavas la cara, te peinas o te duchas si sabes cómo proyectar la luz de la atención sobre cada una de las cosas que haces.
Por ejemplo, cuando abres el grifo, puedes disfrutar del contacto con el agua corriente que emana del grifo. Eso es la meditación. También tomas conciencia de lo afortunado que eres al disponer de agua corriente con tan solo accionar un mando.
El mindfulness es atención, es la capacidad de reconocer lo que está pasando en cada momento.
Abres el grifo y el agua fluye para ti. En muchos lugares carecen de suministro de agua. Abre el grifo lentamente, toma el agua entre las manos y te la llevas al rostro. Siente el agua en tus dedos, los ojos, las mejillas… habita el momento presente y disfruta de esas sensaciones que te despiertan.
Agradece el agua que llega a ti cada día.
Sé consciente de cada movimiento, no pienses en otras cosas. No te apresures en terminar y dedicarte a otra cosa.
2. Lavarte los dientes
Vas a dedicar uno o dos minutos a lavarte los dientes. No te apresures. Concentra toda tu atención en el cepillado. Cuentas con tiempo para cepillarte los dientes, para realizar el cepillado lentamente, centrándote en cada movimiento y las sensaciones físicas en ese momento.
Así pues, el reto consiste en cepillarte los dientes de modo que disfrutes de la tranquilidad y la felicidad durante el minuto o dos que dura la operación. Si puedes hacerlo, habrás tenido éxito; estarás meditando justo en ese instante.
3. Meditar en la ducha
Nada más entrar en la ducha, puedes comenzar centrarte en las sensaciones cuando tocas el agua, como la temperatura del agua, su textura…o la sensación al tocar la esponja, el jabón… Dejar que el chorro del agua caiga sobre tu cabeza unos minutos. Cerrar los ojos y sentir cómo se desliza el agua por toda la piel ; desde la cabeza, pasando por la cara, los brazos, la piernas, hasta llegar a los pies…Explorar, como si fuera la primera vez, las sensaciones táctiles al frotar cada parte de tu cuerpo. Abrirte, también, a los sonidos de las gotas de agua, o estimular tu olfato (oler primero el jabón que vas a aplicar).
Convierte la ducha en un momento especial del día, íntimo y placentero, un momento para ejercitar la atención consciente: tu momento.
Recuerda que cada día es un regalo. Una oportunidad para cultivar presencia en cada cosas que haces al iniciar el día y llevar esa actitud al resto de tu jornada. Al incluir prácticas de atención plena, también es más probable que tengas más energía y, como resultado, serás más proactivo.
Esther Fernández
Consultora coach experta en mindfulness
para el estrés, liderazgo y creatividad.
Fuente: La paz está en tu interior, Tich Nhat Hanh
El mejor regalo que podemos darnos. Gracias Esther.